Antes de que te vengas a Andijan con nosotros, me gustaría intentar explicarte el porqué es un destino tan especial para nosotros y lo que sucedió. Por desgracia y como suele pasar en estos casos, por más versiones que leemos, no nos atrevemos a afirmar cual de todas ellas es verdad. Por eso, y para falicitarte la búsqueda, he copiado un fragmento de la historia de la masacre de Andijan que hay en la Wikipedia… me ha parecido la más cercana a la “verdad” si eso existe.

“El viernes 13 de mayo del 2005 un nutrido grupo de hombres asaltaron la prisión de AndijánUzbekistán, para liberar a unos centenares de personas, de las cuales 23 eran hombres de negocios, acusados de terrorismo islámico. Seguidamente, tomaron por asalto la alcaldía y establecieron un tribunal en el que muchas personas tomaron la palabra criticando las presiones ejercidas por el gobierno y los servicios de seguridad. Para reprimir la insurrección las autoridades enviaron al ejército, que abrió fuego sobre una manifestación pacífica. Esta versión fue rechazada por las autoridades que declararon que esa había sido una tentativa de desestabilización; manifestando, asimismo, que ningún civil sin armas había sido herido. [1].
Esta versión no pudo ser confirmada porque los periodistas y las Organizaciones no gubernamentales (ONG) fueron expulsadas del lugar y se les prohibió la entrada en la ciudad; sin embargo, algunas fotografías, tomadas al principio de la insurrección y de la represión, pudieron escapar de la requisa y fueron publicadas. El jueves 19 de mayo, una semana más tarde, algunas ONG, así como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) denunciaron que, en esta represión, habían muerto de 500 a 1.000 personas, mientras que el gobierno de Uzbekistán sólo reconoció 187 muertos.” Fuente: Wikipedia

Así, justo en el décimo aniversario te diriges hasta allí creyendo que vas a encontrar una ciudad aislada y decadente, dejada de la mano de Allah y cuyo último recuerdo sea aquella masacre y la sangre en sus calles…

Nada más lejos de la realidad. Descubres una ciudad moderna y vibrante, que se ha desarrollado más que ninguna otra en el resto de Uzbekistán durante estos diez años… Una ciudad llena de flores y decorada con mucho detalle… Pero sobretodo, recuperas a esa gente amable y hospitalaria que habías perdido de vista en Tashkent. Dicen que el valle del Fergana es el lugar de origen de la cultura Uzbeka y dónde menos contaminada por los rusos se puede encontrar.

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Descubres una ciudad antigua, con una mezquita bonita aunque muy alejada del arte que te has acostumbrado a ver… una mezquita vieja y ajada aunque sorprendentemente ha conseguido financiación para restaurarse. Tienen sus fotos y planos y proyectos de futuro los cuales el Mulláh nos enseñó con mucho cariño. Y ya algún rinconcito reconstruido que te deja entrever lo que será en un futuro no muy lejano…

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Te llevan los vecinos, orgullosos de su pueblo y de recibir visitas, a conocer lo más nuevo de la ciudad… y aquello que era antiguo pero que han restaurado. Y así, acabas en el gran Teatro con un entrenador olímpico de Boxeo y otro espontáneo que decide acompañaros… Y por supuesto, como vas tan bien escoltado, te dejan entrar hasta en bambalinas y te muestran, con mucho cariño, cada detalle y a todas sus estrellas…

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No te dejan sin mostrarte antes el parque nuevo y cómo lo han transformado… aunque no les gusta mucho el resultado. “Cuando era pequeño, esto era mucho más bonito… más natural. Ahora no me gusta tanto como antes. Pero a los jóvenes les gusta, así que supongo que ya vale”. Me sorprenden las flores… “A los uzbekos nos encantan las flores… no hay jardín sin ellas, o no debería”

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Al preguntar por la masacre, la respuesta es contundente: “no hablamos de ellos, pero si quieres saber mi opinión, yo soy musulmán, pero no comparto que nadie quiera imponer la sharia como ley estatal…”. Es lo que pretendían? “Ya he dicho que no hablamos de eso…”

Al día siguiente, dejaríamos con nostalgia Andijan, la capital del valle de Fergana con más dudas que conclusiones… Nos cuesta imaginar viendo la ciudad ese escenario macabro que albergase la masacre… Pero el viaje continua y nos esperaba Kokand, la ciudad más marcopólica del valle.

Pero entre tú y Kokand, ahora mismo, hay un puerto de montaña precioso y una distancia de unos 200kms que en tiempo son unas 5 horas… Sí, distancias cortas que se convierten en toda una odisea. Por suerte, esta es de las que se te pasan volando porque el paisaje no te deja cerrar la boca.

Con la mandíbula dolorida del tiempo que ha estado abierta, llegas a tu destino… Si bien Kokand es menos popular a nivel internacional, es mucho más bonita que sus vecinas del valle. O al menos, conserva más resquicios de un pasado de esplendor, dado que era la capital del Khanato que llevaba su nombre. Una vez más, y como ya es costumbre en Uzbekistán, te encuentras una ciudad viva, con mucho trajín, y dónde se preparan varias actividades para el fin de semana… estás de suerte! No hay nada mejor que una fiesta popular para disfrutar de la hospitalidad de la gente y hacer amigos…

Habiendo dejado las mochilas en el hotel que nos costó encontrar aunque al final no estuvo tan mal, salimos decididos a ver los últimos vestigios de nuestro viaje por la ruta de la seda. Si bien tras ver Samarcanda es muy complicado que nada te impresione, (recordáis Samarcanda? Puedo poner más fotos si no tuvisteis bastante… ) sigues teniendo fe en tu capacidad de sorpresa…

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No tardas ni 5 minutos en llegar al centro neurálgico de la ciudad, desde dónde se divisa el enorme palacio del Khan Khudayar, de quien dice que fue muy cruel… Quizás fue el kharma, pero sólo 2 años después de terminar el palacio, el Khan Cruel tuvo que exiliarse a la fuerza por invasión del zar de Rusia… Eso hace que tengas aún más ganas de visitarlo… quizás por sus 114 estancias, sus 7 patios o el haren para sus 43 concubinas… Una vez más, el precio te incomoda, te parece alto para lo poco que suelen tener en el interior, pero lo pagas porque tampoco es ninguna locura…

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Ya en su interior, no sabes en qué momento, pero consigue cautivarte lo suficiente como para dejarte allí, estupefacto, durante unas 2 horas que duró tu visita… quizás por los vivos colores de sus techos, acabados en madera y cuyas vigas te recuerdan a las de la mezquita de Bukhara… 

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Kokand_Techos

… O sus pilares de madera tallada a mano tan característicos del periodo timúrida…

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… o quizás por el detalle con el que se ha restaurado el interior de las salas, devolviendo a los mosaicos y grabados el esplendor que tuvo antaño…

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… o tal vez sea la sala de los colores pasteles, los cuales se convierten en un arrullo visual tierno e infantil…

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… puede que sean sus rincones, con sus banquitos, los que te hacen imaginar como era la vida en palacio en su época de esplendor

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… o tal vez, lo que te atrapa es la rebeldía de sus cúpulas, todas diferentes… desafiando la uniformidad tan característica de este tipo de palacios…

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… o la exposición que alberga dentro que arroja luz sobre la rica historia de la ciudad y toda la región. O quizás sea el abrasador calor que hay fuera lo que te hace refugiarte dentro del palacio como una lagartija… qué más da. La cuestión es que contra todo pronóstico, Kokand y su palacio consiguen engancharte…

Te queda por ver la Madraza, visita previo donativo y la parte vieja de la ciudad, la cual tiene un aire (aire sólo, no hay que pasarse tampoco) a tu tan añorada ciudad de Sianlurfa… sus callejuelas de barro y su arquitectura rocambolesca te transportan hasta allí.

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Por la noche, un espectáculo de variedades en el que los vecinos van subiendo a cantar, te teletransporta en el tiempo y el espacio a alguna película de Alfredo Landa que no quieres recordar… pero es lo que hay en Uzbekistán: cualquier cosa es motivo de fiesta y se sienten orgullosos de ello.

Y hasta aquí llega nuestro viaje por este país soñado, que nos ha sorprendido a cada paso y enamorado a cada instante… cruzamos en tren de Kokand de nuevo a Tashkent para llegar a Shymkent y después a Turkestán en Kazajistán, de la que ya os hablamos en esta entrada…