Mersin y Tarsus… playa, rascacielos y cristianos

En Mersin el sol luce 300 días al año y el mar, siempre azul, compite con el verde de la tierra. A sus espaldas se eleva el monte Taurus quien garantiza a Mersin un clima aun más deseable. Si tomamos como referencia las palabras del Almirante Andrea Doria, en Mersin existen tres estaciones: Previo verano, verano y post verano. El invierno es casi desconocido y la lluvia una extraña invitada que a duras penas acude unos 70 días al año. Eso hace de Mersin un lugar ideal para vivir e incluso para veranear si lo que se busca son playas y edificios nuevos.

Y es que pocos son los restos históricos de aquella ciudad mítica por ser un importante puerto comercial que hayan sobrevivido hasta nuestros días. Los complejos hoteleros y los rascacielos dibujan la línea de costa de una ciudad que mira al futuro mucho más que al pasado, y que sigue siendo, a día de hoy, uno de los puertos más importantes de Turquía y un centro comercial en auge.

Pompeipolis

En el centro de la ciudad, en el actual barrio de Mezitli y rodeado de edificios nuevos, se hayan los restos arquitectónicos de esta ciudad romana. Una calle principal del s. I o II de 450metros de largo y unos 10 de ancho dicen, denotaba la importancia arquitectónica de la ciudad. Creen que tendría unas 200 columnas aunque sólo se han encontrado restos de 33. La verdad es que siguen excavando a día de hoy y poco a poco, van encontrando entre los edificios de 20 plantas, la silueta de la ciudad que fue antaño.

Para encontrar algo más de historia, nos desplazamos hasta Kizkalesi. Un dolmus público nos llevó por 7TRL el trayecto, que duró una hora aproximadamente y que, como de costumbre, fue precioso de recorrer.

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Kizkalesi

Kizkalesi, o la ciudad antigua de Coricos a 65km de Mersin, fue una de las ciudades más importantes de Cilicia durante 500 años, que conservó durante el periodo Bizantino. Los restos que hoy podemos ver, la Iglesia, los dos castillos y los restos del puerto son de ese periodo.

En la orilla nos encontramos con un castillo que cumple con todos los requisitos de los castillos de los cuentos: cuadrado con dos murallas en paralelo y prominente foso. Y encima del foso, un puente levadizo que permitía la entrada, que por desgracia ya no existe.

El castillo está en muy mal estado y lo que se puede visitar son ruinas de dudosa seguridad a pesar de que se paga entrada por ello (5TRL). Pero hay que reconocer que las vistas desde allí bien valen la visita y el esfuerzo.

Desde el castillo de Coricos se puede admirar el Kizkalesi, un castillo construido en medio del mar, en un islote a 200 metros de distancia de la playa.  Fue reforzado con 8 torres. Varias son las leyendas que acompañan a esta magnífica y extraña construcción.

Kizkalesi

Se piensa que Coricos fue una colonia griega. Los piratas que saqueaban las costas del Mediterráneo amenazaban también las ciudades como Coricos y hasta obligaba a veces a la gente a emigrar hacia el interior. El sabio jurista Cicero, popular por ser un orador maestro, llegó a Cilicia como gobernador (51aC). Cicero tuvo éxito también en el área militar. Luchó contra los piratas, conectando ambos castillos con un sistema de cadenas que se elevaban al ver llegar algún peligro e impedían la entrada en el puerto de la ciudad.

La leyenda de la niña de Kizkalesi

El rey tuvo una hija, quien mientras crecía ganó el cariño de su padre y del pueblo con su belleza y su buen corazón. Un día, una vidente, que pasaba por allí, leyó primero el porvenir del rey y después quiso leer también el porvenir de su hija. Cuando cogió la mano de la hija empezó a temblar y quiso huir. Pero el rey la interceptó y la obligó a decir aquello que había visto: A temprana edad, un día una serpiente morderá a esta bella doncella y morirá.

El rey, muerto de miedo y desesperación buscó un remedio para cambiar el destino de su hija y lo encontró: construyó un castillo en el medio del mar para que su hija viviera allí. Como la serpiente no podía alcanzarla allí, estaría a salvo. Pero un día, una serpiente llegó al castillo escondida en una cesta de uvas y mientras la doncella las comía, le mordió y la mató. Y entonces tanto el Rey como el pueblo se dieron cuenta de que nadie escaba a su destino, incluso siendo la hija de un rey.

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Tarsus

Desde Mersin y a tan solo 20 minutos de tren está Tarsus. Sí sí, hemos dicho tren… por solo 3TRL te transporta a toda la historia que le falta a Mersin. Y es que si algo tiene Tarsus, y a montones, son historias que contar.

PuertaCleopatra

Dicen que Tarsus, quien fue construida como una ciudad de costa, fue testigo entre el amor de Cleopatra y Marco Antonio. El nuevo emperador tras la muerte de Julio César, llamó a Cleopatra para negociar y como acto de buena fe, regaló a la reina una parte amplia de Cilicia. Marco Antonio, según algunos datos encontrados, esperó a la que posteriormente sería su esposa en una de las 3 puertas que tenía la ciudad amurallada de Tarsus, y a la que, posteriormente, se conocería como Puerta de Cleopatra hasta nuestros días. La puerta de Cleopatra está en muy buen estado y se encuentra en el centro de la pequeña ciudad de Tarsus.

Los primeros Cristianos y San Pablo

Tarsus fue uno de los primeros lugares del mundo dónde empezó la expansión del cristianismo. Fue el lugar de nacimiento de San Pablo, quien nació como judío y con derecho a la ciudadanía romana. Otto Menardius, que dicen fue su nombre de nacimiento, se cambió el nombre a Pablo tras su bautismo en Damasco, cuando conoció a Jesús. Desde Tarsus, inició sus famosos viajes por el meditarráneo expandiendo el cristianismo. Se conserva en Tarsus la que se cree que fue su casa, y el pozo que hay en el jardín, tiene consideración de sagrado entre los cristianos ortodoxos que lo suelen visitar. Los restos de la casa se conservan hoy en día bajo un suelo acristalado y el pozo, con su profundidad de 38 metros, nunca le falta agua. También descubrieron en el jardín algunas murallas.

SanPabloIglesia

Guiados por los pasos de San Pablo y su historia, llegamos a la iglesia que lleva su nombre. Hoy en día tiene la consideración de museo, simplemente para poder cobrar entrada. Construida en 1850 por la comunidad cristiana grecoárabe, fue desahuciada durante la unificación de Turquía y el estado la usó para lo que quiso hasta 1993, año en que empezaron las restauraciones para poder abrir al público como Museo en 2001.

Aun se conservan en la iglesia algunos frescos, tanto en el techo como en las paredes. Una extraña decoración o distribución del altar mayor llama nuestra atención. Con la pila bautismal por detrás del altar. Aunque las sillas están dispuestas para decir la misa de cara a los feligreses, creemos que se han colocado así para que los visitantes puedan hacerse fotos… ya que en el resto de iglesias de la época y confesión, la misa se sigue dando de espaldas a los feligreses.

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Junto con la iglesia se pueden ver algunos capiteles dispersados por el jardín, así como algunas tumbas en el jardín trasero.

Callejeando por sus calles y tras pasar dos hammans y varias de las famosas casas de Tarsus, llegamos hasta su mezquita principal, la cual se coló, al menos por su patio, directamente en nuestro ránking de mejores mezquitas.

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Con todo el aspecto de un Karavanesi, la mezquita se alza orgullosa en medio de la zona más antigua de Tarsus. Una mezquita amurallada como ya habíamos visto anteriormente en Anatolia central, pero su muralla es porticada con decenas de bóvedas que hacen que el aire dentro, a pesar del calor, sea refrescante. Las alfombras se extienden bajo las bóvedas ya que los viernes, la mezquita se queda pequeña como suele pasar.

En el extremo de una de sus murallas, una torre del reloj, lo que hace que aun nos recuerde más a un lugar de relajo para las caravanas que llegaban exhaustas de la ruta de la seda. En el otro extremo de la muralla, un minaret. Y en el centro, un pórtico de mármol blanco con grabados en añil y mosaicos que en el techo que coronan una puerta de madera maciza de doble hoja que deja entrever, al estar abierta, la fuente del centro.

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La mezquita en su interior es de una sobriedad pasmosa. De piedra vista, mármol y colores tenues carece de la decoración ostentosa de otras mezquitas y le concede un aspecto austero pero imponente. Llaman la atención las lámparas de aceite que aún cuelgan de sus techos.

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En Tarsus encontramos los restos de una antigua mezquita que, por supuesto, se protegen y custodian como sagrados… No es nada especial en sí, si no fuera por el hecho de que hasta el momento no habíamos encontrado mezquitas en ruinas y nos llamaba la atención. La visita es gratuita y sólo por eso, ya vale la pena. La zona que está mejor conservada está convertida en Mescit (lugar para la oración) y tiene un encanto muy peculiar.

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Seguimos caminando por sus viejas calles, aunque lo mejor estaba por llegar…

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Sin palabras… así nos quedamos. Ligeramente a las afueras de Tarsus y llevados por un dolmus público que nos costó 1,5TRL llegamos a las cascadas de Tarsus, en el rio Berdán. Un espacio de ocio y disfrute familiar, con entrada libre, donde la gente no sólo acude a hacer picnics como ya es tradicional, si no que disfrutan haciéndose fotos o pasando el rato en el lugar más fresco y mágico de la ciudad.

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Reservaos un par de horas para saborearlo y disfrutar y no dudéis, si el presupuesto os lo permite, de cenar en el restaurante colindante que ofrece cenas casi bajo las cascadas a un precio bastante asequible (25TRL por persona).

Pero lo mejor de esa ruta fue nuestro anfitrión, el cual nos abrió la mente y el corazón a todo un mundo de conocimiento que desconocíamos, y que por supuesto merece entrada aparte.

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