Carta desde Persépolis
No queda nada… el fuego ha devorado la gran obra mis antepasados. Recuerdo cómo mi bisabuelo Jerjes me explicaba la historia de su padre, el gran Dario, quien decidió edificar aquí la capital ceremonial de nuestro gran imperio: Persépolis… Mi tatarabuelo no quería que la capital siguiera siendo Pasagarda… era antigua y poco glamurosa. No estaba a la altura de la nueva Persia, esa que él había engrandecido…
Recuerdo que el lugar era tan caluroso que a duras penas vivíamos aquí más que unos meses al año, sobre todo en primavera… aunque era un centro ceremonial fascinante. Lo que veis ardiendo al fondo, es el Palacio de Jerjes. Maldito griego… renegado Macedonio. No sólo va a arrasar nuestro imperio, quiere reducir a cenizas nuestra cultura…
No teníamos defensas… para qué? Pensaron mis abuelos… Persépolis está en medio de nuestro imperio, en el mismísimo corazón… cómo se defiende un corazón sin convertirlo en piedra? Ni siquiera es un lugar de guerra… Nos custodiaban las águilas Griffin, pero parece que lo místico ha sucumbido a lo humano…
Recuerdo cuando los embajadores y reyes extranjeros cruzaban la puerta de las naciones… oh! Sus caras eran un poema de miedo y fascinación con la duda como protagonista. Sabían que la única forma de volver a cruzarla de salida era o con cabeza o con corona… pero nunca ambas se mantendrían sobre los hombros. Y es que estaba claro: jamás habría un rey más poderoso que el rey persa… el resto, son su séquito, su escudo, sus siervos y sus defensas.
Parece que al griego no le gustó, ya que está aquí clamando venganza… pidiendo la revancha, aunque no sé muy bien porqué… Dice que le atacamos en Marathon, pero yo no recuerdo esa historia… Aun pueden leerse en la puerta las inscripciones que mi bisabuelo Jerjes dejó en ella…
«Yo soy Jerjes, el gran rey, rey de reyes, el rey de los pueblos con numerosos orígenes, el rey de esta gran tierra, el hijo del rey Darío, el aqueménida.
«Que Ahuramazda me proteja, así como a mi reino, y lo que yo he hecho, y lo que mi padre ha hecho, que Ahuramazda lo proteja también.
Recuerdo a los reyes cargados de regalos… no era opción. Como siervos del imperio, ascendían a la sala de audiencias pasando por la vía de procesiones y trayendo sus mejores alhajas… una escena muy gráfica y educativa les mostraba todo lo que habían traído sus predecesores, y ellos no podían ser menos… Armenios, babilonios, capadocios… hasta 23 pueblos sometidos están allí representados…
Ya no rugen los leones del Apadana, la sala de audiencias de Dario… aunque siguen brillando las flores de los capiteles… siempre me parecieron hermosas piernas de mujer más que los tan renombrados lirios en los libros… será que la melancolía despierta mi mirada más pícara…
Y el palacio de las 100 columnas con la guardia de los inmortales… y esas terrazas soberbias. El edificio del tesoro… No queda nada… Se diría que ha llegado otra primavera… tantos años viendo ese mural y hasta hoy no lo he entendido… el león devorándose a la vaca. Parece que hoy nosotros somos el pasado, somos el invierno, somos la vaca… y el maldito griego, es hoy el león… él es el presente.
Cómo nos recordará la historia? Dirán que mi abuelo Jerjes fue un monstruo que intentó conquistar Grecia? Dirán que no teníamos cultura? Que con 300 espartanos nos hicieron frente? Espero que toda nuestra historia no se vea reducida a un gigante cargado de pendientes y cadenas… espero que le den a mis ancestros el respeto que se merecen.
Aunque creo que hoy, el susodicho Alejandro va a masacrarnos a todos… espero que la historia lo tache de bárbaro o sanguinario… ya no corren niños por las calles de Persépolis, sólo quedan ruinas, sangre y llamas… Alejandro el Maligno lo llamará la historia… ya lo imagino en los libros. El mundo no le perdonará lo que le ha hecho a nuestro pueblo… a nuestra historia… a nuestra herencia.
[…] Una ciudad que ofrece unos dulces exquisitos que ha tomado prestados de su vecina Yazd, dónde se degusta un delicioso Cholo Kebab y desde dónde se accede a Persépolis y la historia de Persia. […]
lamentable, pero cierto.
En los colegios, cuentan las historias
Los libros de historia siempre están escritos por los vencedores, decía mi yayo… por eso hay que leerlos con criterio y cuidado. Algo increíble que aprendes cuando viajas, que nada es verdad o mentira… todo es relativo… Un abrazo!
Muy dolorosa la desaparición de toda una civilización, la violencia es parte del carácter humano, esa característica de conquista es muy férrea, sostengo que de esa manera es que se impusieron la religión y la fe en las actuales culturas: con violencia, y posteriormente se quiere convencer que esa fe impuesta es de amor, por amor y para el amor. Rara paradoja interminable: violencia – amor.
Personalmente creo que Alejandro el Magno fue un increíble conquistador como algunos otros, pero todos ellos siempre serán los Malignos.
Jerjes el bisabuelo también fue un Maligno sometiendo a 23 pueblos… ea! hhhh
El lobo siempre será el mal si es Caperucita quien cuenta la historia… Nos sorprende la facilidad con la que Europa limpia la sangre de las manos de sus conquistadores. Nadie nos enseña en el colegio estas barbaries… sólo nos muestran un mapa y cómo lo fueron conquistando. Es lo mejor y peor de viajar, que descubres que no todo lo que te enseñaron, es verdad…
Un relato estremecedor!
Gracias! La verdad es que nos sorprendió mucho la reacción de la gente cuando nosotros hablábamos de «Alejandro Magno» o de la película de 300… siempre hay dos caras de una moneda!