Bled!

A cada paso que das en este pequeño y coqueto país, descubres algo que no deja de sorprenderte… unos prados rabiosamente verdes, sitiados por verticales montañas de rocas, que anuncian ser más inhóspitas que agradables… valles dónde la vida fluye en forma de río, de lago o de casas de colores y siempre, en el horizonte uno de ellos… un campanario. Soberbio y altanero destaca no sólo en el pueblo, se hace ver desde cualquier punto del valle… de colores nada discretos y con un tejado que te transporta a la Turquía más redondeada, te hace recordar que estás, en lo que fue en su día, el imperio otomano… cuesta imaginarlo cuando la cúpula sostiene una cruz católica en vez de una media luna. Pero consiguen captar tu atención… y es que si tenemos que imaginar a Dios como artista de algo en la naturaleza, debe ser de algo así… la inmensidad de lo auténtico en mil tonos verdes rodeado por los grises de la roca y salpicado por el arcoíris de casas que inundan el valle.

Cuánto más ruge la Paca, menos lo oyes… te estás acostumbrando a su respiración. Te obliga a ir despacio, te obliga a ir con las ventanas abiertas saboreando el olor del paisaje, te obliga a ir mirando… cada día, a pesar de los imprevistos y lo inesperado, te cuesta más imaginar cómo sería este viaje en otra Autocaravana, de otra manera… más cómodo… quizás… pero la comodidad nunca ha sido una de tus prioridades.

Te pones nostálgica, veo

Quizás… pero es que me gusta tanto lo que veo, y como lo veo… lo que siento, que no puedo evitar quedarme mirando al horizonte y escribir este texto mil veces en mi cabeza… Este país es poesía pura, y rima perfectamente con nuestra nueva manera de viajar. Pero sigamos… honremos el camino describiendo la siguiente parada.

A poco más de 1 hora en coche de Postonja, casi 2 en la Paca, una nueva medida de velocidad propia y estándar que oscila entre los 80 km/h en autopista y los 20km/h si hay cuestas, se encuentra una de las ciudades más turísticas de Eslovenia… Bled! Y es fácil adivinar porqué…

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Un hermoso, gigante, colorido, dulce y amable lago es el centro del pueblo, de su actividad y de todas las miradas… sobretodo por esa pequeña isla que tiene en el centro coronada por una iglesia… Sólo con ponerte delante, te deja sin palabras…

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Dicen de la iglesia que es el lugar al que los Eslovenos van a jurarse amor eterno después de casarse… dicen que es un lugar muy romántico, tan romántico tan romántico, que te llevan allí en barquita decorada con un corazón gigante, por 20€ por persona más la entrada de 6€ a la iglesia… pero tranquilos, como todo en el amor, se puede regatear…

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Los locales llegan allí a nado, y es que con aguas tan calmas es un pecado no disfrutarlas de todas las maneras… juegan, practican deportes, nadan, se bañan e intentan acaparar algún rayo de sol que tan negados les son durante el año… Son varias las playas que rodean el lago, aunque lo mejor es pasear rodeándolo y hacer fotos… muchas fotos… desde cualquier ángulo, con todas las luces…

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En lo alto se ve el Castillo de Bled… Si bien por fuera parece merecer una visita, las constantes afirmaciones de que “era pequeño”, o “parece más una tienda que un monumento” sumado al precio de la entrada de 10€… hicieron que nos decantáramos por no entrar, como nos pasaría con el resto de castillos del país.

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Pero si hay una visita que sí valió la pena (y mucho) fue a la Garganta de Vintgar… Un monumento natural al que el llamado río esmeralda ha ido dando forma a lo largo de los siglos… Un paseo de unos 3 kms aproximadamente muy bien acondicionado con pasarelas y puentes apto para todas las edades y condiciones…

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Así que madrugamos, no quedaba otra… el párking era solo de 20h a 8h y nos dirijimos a desayunar al parking de la garganta… 5km de distancia que se convirtieron en 15 por las obras, desvíos y demás… Y suerte que madrugamos y llegamos pronto, porque 3 horas más tarde de entrar nosotros, siendo sábado de agosto, aquello parecía literalmente las ramblas… la experiencia no habría sido ni remotamente igual de haber ido acompañados de cientos de personas… lo vimos casi solos y eso fue de agradecer. (Gracias, gracias, gracias…)

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Al entrar en la ruta lo primero que notas es el frío… el agua esmeralda del deshielo se abre paso a través de la garganta con virulencia… baja bravía con ansias de llegar al final y arrasando a su paso aquello que se le interpone… No tiene amigos ni mira a nadie, sólo quiere llegar al final… es un agua con prisa que contrasta con la hermosura del lugar.  Y hay que recorrerla despacio…

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Es un viaje de Ida y vuelta… llegas al final y vuelta para atrás, lo que te permite verla con diferentes luces y en diferentes direcciones… da igual cómo la mires, siempre te deja ensimismado…

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Tras seguir paseando y esquivar turistas de todos los rincones del planeta, había llegado el momento de poner rumbo a la capital… Nuestro próximo destino sería Lubljana, sus puentes, sus dragones y todos sus misterios!