Carta desde Persépolis
No queda nada… el fuego ha devorado la gran obra mis antepasados. Recuerdo cómo mi bisabuelo Jerjes me explicaba la historia de su padre, el gran Dario, quien decidió edificar aquí la capital ceremonial de nuestro gran imperio: Persépolis… Mi tatarabuelo no quería que la capital siguiera siendo Pasagarda… era antigua y poco glamurosa. No estaba a la altura de la nueva Persia, esa que él había engrandecido…

Recuerdo que el lugar era tan caluroso que a duras penas vivíamos aquí más que unos meses al año, sobre todo en primavera… aunque era un centro ceremonial fascinante. Lo que […]