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Camino a Mestia

Arranca el Mashrutka, es como aquí llaman a los minibuses que hacen las rutas. Mientras buscábamos la estación, cruzamos las vías del tren… está en la otra cara de Batumi, aquella que vive a la sombra del lujo de los casinos y el glamour de su embarcadero. Una ciudad vieja, sin asfalto ni gracia, dónde los edificios parecen seguir una lógica urbanística que sólo ellos entienden. No tengo tiempo para fotos, es nuestro primer traslado en Georgia y queremos ir con tiempo. Memorizo las letras de la palabra “Zugdidi” de camino allí… no son difíciles, podré encontrarlo. Sigue lloviendo y el barro crea una alfombra de despedida para nosotros en cuanto cruzamos al lado oscuro… aquí hay gente de verdad, de la que sonríe y se acelera para poder comprar las frutas y verduras que tan alegremente se venden en la calle. Cualquier rincón es un negocio y cualquier armario, una tienda. Dicho y hecho… ahí estaba el cartel. Cargamos mochilas y nos preparamos para partir. El Mashrukta es viejo, está muy maltrecho… me fijo en las ventanas, son de Bursa… aquella ciudad que tanto nos sorprendió en Turquía y que ahora nos parece tan lejana. Pillamos sitio, aunque no del bueno… las mochilas mandan.

ZugdidiLetras

Ya en ruta no dejo de mirar por la ventana… todo un país se abre a nuestro paso y quiero verlo… necesito verlo! Empieza a aparecer el verde y las montañas se van dibujando a lo lejos… la carretera serpentea y vamos pasando pueblos. Hasta que desaparecen… sólo un río verdoso nos acompaña un buen trecho del camino. A banda y banda las vacas pacen felices, ajenas a nuestro paso… les da igual. Seguimos el río… tiene tanto verdín que parece que en cualquier momento un caimán o una bestia legendaria puedan salir de dentro. Veo gente pescando… parece no importarles el color ni la cantidad de algas que pueblan eso… yo no consigo quitarme de la cabeza la imagen del caimán saliendo con las fauces abiertas…

CaminoMestia

Una familia de cerdos corretea rio arriba… el pequeño va detrás intentando seguir el ritmo de sus padres. O quiero imaginar que lo son… parecen felices. Todos los animales andan sueltos, el camino es suyo. Se mueven ajenos a su destino… pienso, y eso me sume en una de mis muchos devaneos filosóficos trascendentales que me acompañará durante un rato…

No hay asfalto… no sé en qué momento dejó de haber asfalto en la carretera. Tierra y baches, charcos y barro. Damos saltos dentro de la mashrukta, el conductor tiene prisa… algo que contrasta con la escena que nos rodea… Casas de piedra y madera y granjas… un niño en bicicleta nos mira curioso al pasar. Tres horas de trayecto que parecen una eternidad… Más baches y charcos… más curvas imposibles y más verde. Al final, vuelve el asfalto… y al poco, vuelven los pueblos. Pero las vacas no se van… esas, junto con caballos, gallinas y cerdos nos acompañarán al menos unas semanas… y es que Georgia es suyo… al menos el norte, este norte que tanto hemos leído y que nada nos ha decepcionado… Por fin estamos en Georgia, la Georgia que buscábamos.

Zugdidi… un alto en el camino

Llovía, la verdad es que casi siempre nos llueve en este país. Llegamos a Zugdidi… Aún así, queríamos esperar al día siguiente para subir a Mestia, nuestro destino final. No había mucho por ver ni hacer aunque nos cundió el día. Encontramos un hotel por 50GEL en el centro, limpio y con wifi. Secamos las mochilas, nos cambiamos de ropa y nos pusimos ropa seca y salimos a ver qué se escondía en aquél pueblo.

Recorrimos su paseo central arbolado, que es muy bonito aunque corto… desde allí, se llega hasta un palacio, el Palacio Dadiani, considerado uno de los palacios más destacados del Cáucaso, convertido desde mediados del s.XIX en Museo por sus dueños, pero que nosotros encontramos cerrado.

ZugdidiPalacio

PalacioZugdidi

ZugdidiParque

También encontramos allí una iglesia, dedicada al icono de la Madre de Dios, Vlakhernskaya… como las que ya habíamos visto anteriormente, nos pareció lúgubre y muy oscura. Quizás más… no sabemos si por la lluvia o por el gris que inunda la ciudad de Zugdidi hasta los cimientos, pero sus vecinos nos parecieron mucho más devotos que los de Batumi. Hubiera sido muy agradable pasear por sus jardines y llegar hasta el jardín botánico, pero el clima no nos dio tregua. Sus calles siguen impregnadas de la época soviética, la falta de publicidad en los comercios, la ausencia de carteles, los espacios minúsculos para servir víveres básicos y los impagables precios de la comida envasada… Estamos muy cerca de la frontera de Abjasia, así que los militares son muy visibles por sus calles…

ZugdidiIglesia

ZugdidiIglesia2

Una moderna plaza, con varias fuentes iluminadas con leds de colores, fue el entretenimiento de la noche… Y en Zugdidi descubrimos el refresco de pera que nos tiene abducidos y nos ha vuelto adictos! (Vale, a mí más que al Sr. Ets…)

Seguía la lluvia y el cielo tapado cuando al día siguiente nos dirijimos hacia Mestia.

Mestia… la Georgia que buscábamos!

Ahí estaba… escondida entre las montañas, se alzaba imponente con sus torres medievales de defensa, desafiando a las nubes y a todo aquél que ose mirarla… es Mestia, unos de los puntos más simbólicos de Georgia, y quizás, el más apreciado por los turistas. Al menos, por esos turistas que buscamos el verde como telón de fondo y la historia como aderezo para nuestras aventuras… y el aire puro! Porque si algo tiene Mestia es aire y naturaleza!

Pero antes de saborearla había que llegar hasta ella… 3 horas de camino de cabras en una mashrutka que empezaba a convertirse en nuestro mejor amigo y peor pesadilla a la vez. Un conductor kamikaze, demasiado chacha (la bebida de 70º que beben aquí), una parada para comer potaje georgiano, unas 200 curvas más tarde y varios padresnuestros, por fin llegábamos a Mestia, no sin antes hacer testamento y despedirnos de las familias por si acaso.

Comiendo, bebiendo y brindando durante el camino!

Comiendo, bebiendo y brindando durante el camino!

Fue fácil encontrar alojamiento. Una guesthouse-hostel dirigido por una mujer amable y muy resolutiva que iba encontrando sitio para todos los viajeros que llegaban. 15GEL por persona y noche en habitación doble en Manoni’s.

Seguía lloviendo, así que una vuelta rápida, ducha caliente y cena… en buena compañía porque ahí se unió a nuestra ruta Anna, una viajera solitaria que gusta de ir de aquí para allí dejándose guiar por su intuición y sus sueños.

Al día siguiente nos fuimos a recorrer el pueblo… aquellas torres medievales merecían una visita de cerca. Eran tan grandes y toscas… nos parecían tan absurdas y a la vez tan atractivas que era imposible obviarlas. Y más cuando las recubría una capa de niebla tan densa que a duras penas dejaba ver las montañas de fondo. Así que dedicamos la mañana a recorrerlas, a descubrir las iglesias que habían allí y dejarnos llevar de adoquín en adoquín de un lugar a otro del pueblo. Y por supuesto, lo hicimos casi a diario hasta que el cielo se tornó azul y el día nos sonrió…

Mestia

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Cerramos el día cenando con unos chicos Estonios, que han conseguido que su país sea una prioridad en nuestra lista de lugares a visitar, y degustando un vino georgiano, que de dulce que es se nos fue directo a la cabeza… Así que esquivando vacas e intentando no patinar con los adoquines mojados, nos fuimos a dormir.

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Torres

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Excursiones desde Mestia

Hay varias rutas que hacer desde Mestia, desde las de nivel más asequible como la que hicimos al glaciar, a las más complicadas de 3-4 días que llevan al Laila, un glaciar imponente que corona la zona. Nuestra ruta fue tranquila… unos 25km recorridos en 6 horas largas, con una intensidad moderada, excepto en el último 1,5km que la cosa se ponía un poquito más vertical. Tras pasar el puente colgante, por llamarlo de alguna manera, porque aquello daba un poco de miedo, el ascenso hizo que la ruta pasase de “paseo” a “en serio?”… Pero al final, llegamos al glaciar… Selfie, merendola y vuelta para abajo!

Glaciar4

Lo mejor sin duda es que os acerquéis al punto de información turística, porque en función de los días que tengáis disponibles y vuestro nivel de trekking, os darán planos y rutas a realizar. También hay una ruta hasta Ushguli, el pueblo más alto de Europa, que dura 3 días y que no pudimos hacer por motivos climatológicos… Se requiere un guía, nos comentaron y son unos 100GEL por persona el precio, los 4 días, aunque si sois muchos seguro podéis pedir descuento.

En Mestia el tema de la comida barata está complicado, aunque no imposible… encontramos un bar donde comer un platito de ostri (ternera en salsa picante) por unos 3GEL y en casi todos los sitios, el kachapuri está por unos 5-6GEL… también podéis pedir el kachapuri de ternera, que es típico de la zona, por el mismo precio y con eso comen 2. El pan, es tipo pita artesanal, está buenísimo y cuesta 1GEL siendo muy grande… la panadería, única en el pueblo, está en la calle principal. Aunque es un reto para el presupuesto reducido debido a que es muy turísitico, con imaginación y buscando, se puede sobrevivir a Mestia.

Mashrukta Batumi – Zugdidi: 12GEL. 8AM, ,11AM, 14PM. 3/4h 

Mashrukta Zugdidi – Mestia: 20GEL. 7AM y 14:30h – 3/4h 

Ojo! Aunque os digan lo contrario, hay 2 Buses de zugdidi a Mestia, uno a las 7AM y otro a las 14:30h aprox. Los taxistas os dirán que no… pero salen. Lo mejor es que vayais a la estación de Zugdidi sobre las 13:30h para coger sitio. Si cogéis el de Batumi de las 11AM llegáis perfecto para enlazar con el Zugdidi Mestia de las 14h y no tenéis que hacer noche allí. El conductor siempre se espera a que llegue ese Mashrutka antes de salir.