Izmir: la ciudad más moderna de Turquía (De cuando no sabíamos lo que moderno significaba en Turquía)

Cuando durante semanas uno escucha a los turcos llamar a Izmir, la ciudad más moderna de Turquía, espera llegar a una ciudad futurista, nueva o renovada y tecnológicamente avanzada. Nada que ver. El lenguaje nos jugó una mala pasada… y es que es en Izmir donde aprendimos que moderno, en Turquía, significa “no religioso” o “poco tradicional”.

Esa fue nuestra llegada a Izmir y con las expectativas urbanísticas tan altas que llevábamos, nos decepcionó al principio. Lo que no sabíamos nada más llegar es que Izmir nos enseñaría muchísimo sobre la sociedad Turca, sus costumbres, su sistema educativo… y que sería la ciudad donde tendríamos la suerte de celebrar su día nacional, o como ellos lo llaman, el día de los niños.

Pero vamos por partes… Qué se puede hacer en Izmir?

Nuestro primer día en Izmir dormimos en un hostal, y nos dedicamos a aquello que menos nos gusta pero que es parte imprescindible del viaje: hacer turismo.

Como estábamos en Konak, fue fácil movernos por la ciudad. Por el centro se puede caminar tranquilamente porque es bastante llano… y para las zonas más alejadas, Izmir tiene metro y un buen sistema de autobuses y dolmus. Cuatro cosas destacaban las guías como importantes para visitar en Izmir además de un montón de museos que no íbamos a ver.

Bajamos hasta el paseo marítimo y lo recorrimos entero como nos recomendaron. Un paseo marítimo sin nada especial que remarcar, más que un pequeño embarcadero en medio que debían ser antiguos almacenes. Y por supuesto en él, estaban apareciendo algunas franquicias de esas que lo invaden todo…

Paseando por el paseo marítimo, casi al final y tras pasar un puente que cruza la  autopista, llegamos hasta la torre del reloj. Una torre del reloj de la que se sienten muy orgullosos. Es el símbolo de la ciudad. Una torre con poco más de 100 años erigida por un arquitecto francés para conmemorar la entronación de un sultán.

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En la misma plaza hay una pequeña mezquita, muy bonita por fuera y muy simple por dentro. Creo que la más pequeña que habíamos visto hasta el momento. De planta octogonal, llaman la atención sus azulejos en la fachada, de color turquesa y azul, pintados a mano conservan aun la firma del autor. Y a pesar de su tamaño, tiene un minaret, algo que descubriríamos más adelante que no es tan común. Una lámpara de araña un tanto roída que parece más del salón de casa que de una mezquita decora el techo.

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Tras visitar la plaza, decidimos perdernos por el bazar que se encuentra en el casco antiguo. Un bazar concurrido, laberíntico y caótico salpicado de sinagogas (Las más importantes se encuentran en la calle 927 Sk) de judíos sefardíes. Cuentan que cuando nadie en Europa aceptó a los sefardíes, Izmir si los acogió. Ellos dieron forma a esa parte del bazar, aunque hoy es imposible saber dónde termina uno y empieza el otro.

Y es en este bazar donde me declaré objetora de conciencia como turista. Tras 3 horas paseando por él, por fin he podido disfrutar de los olores, los colores y la gente sin la presión de ser un Euro andante. Y es que los sitios turísticos no van conmigo. Así que si queréis disfrutar de un bazar bonito, este es vuestro lugar.

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Sus calles serpentean sin orden alguno y es muy difícil no perderse o no acabar hablando con la gente. Se vende de todo… y casi todo a granel. Encontramos también productos ecológicos o de comercio justo, algo que no habíamos visto en el norte. Al menos no con tanto protagonismo como aquí.

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Dulces, especies, ropa, falsificaciones, juegos de cama… todo se aglutina en lo que podríamos denominar un caos perfecto y armónico… porque si alguien ordenara sus calles, dejaría de tener magia. Cubiertas con toldos raidos, se salpican algunas cafeterías donde poder tomar Çay (obvio) y jugar al backgammon… Y más dulces… que perdición!

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En Ízmir descubrimos otra grata sorpresa dentro de los carritos callejeros. “Bocadillos de Queso, tomate y pimiento”. Deliciosos cuando los calientan! Y las máquinas de moler café… delicia que no probaríamos hasta días más tarde en Antalya.

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Tras abandonar el concurrido bazar después de horas, fuimos a ver el Kulturpark, lo último en la lista de puntos de interés de la ciudad sin entrada. Francamente, a pesar de que nos encontramos allí una manifestación política (Turquía se prepara para sus elecciones en Junio), gente joven con panfletos y pancartas que captaron nuestra atención, eso fue todo lo que en aquel parque vimos… no nos pareció un lugar tan imprescindible de ver como decía la guía (valga el eufemismo)

Aun íbamos a estar 2 noches más en Izmir con la sensación de que ya lo habíamos visto todo… y nada más lejos de la realidad. Nos quedaba la verdadera Izmir por descubrir, aquella que era moderna, cuya voz intentan acallar pero tiene mucho muchísimo que contar.