Antalya: la ciudad que lo tiene todo

No sabemos si fue la genial acogida que tuvimos por parte de Pelin, nuestra anfitriona, o quizás la cena y la buena conversación, pero desde el primer momento que puse los pies en Antalya sentí que era un lugar dónde podría vivir.

Es una ciudad moderna, tanto en el sentido turco como en el nuestro. Sus calles son anchas y bien pavimentadas en su mayoría. Y tiene mar… una costa preciosa y unas playas de ensueño que la convierten en destino de preferencia de miles de turistas cada año tanto de Alemania como de Rusia. Su aeropuerto internacional a partir de finales de mayo empieza a echar humo con decenas de vuelos diarios si no llegan a cien. Y es que Antalya y sus alrededores son un lujo para los sentidos… Dicen los turcos que es donde mejor se come, tiene los mejores helados, la mayor oferta gastronómica internacional que habíamos visto hasta al momento y a los mejores precios. Nos dijeron que habíamos ido en el mejor momento, antes que la marabunta de turistas se apoderara de sus calles… y es que esa zona duplica su población en verano.

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Ubicada en un acantilado a 35 metros de altura sobre el Mediterráneo, rodeada por los montes Tauros, los cuales en algunas zonas se hunden directamente en el mar dando forma a pequeñas bahías y hermosos escenarios rocosos. Y es que aquí está el golfo más grande de la zona que lleva el nombre de la provincia. Antalya. Dicen que debe su nombre a la época griega, cuando la bautizaron cómo Attaleia en honor a Atalo II, rey de Pérgamo.

Al llegar al centro, nos encontramos con una escena cuidada al mínimo detalle. Había fuentes separando ambos sentidos de la avenida principal con sus respectivos puentes para cruzar. Un tranvía vintage y muy coqueto circulaba por la avenida, la cual además, albergaba una colección de estatuas de bronce… os imagináis a los romanos viviendo como lo hacemos hoy en día? Ellos sí…

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Decidimos entrar al casco histórico por la Puerta de Adriano… y no nos decepcionó. Una puerta bien conservada que da la bienvenida al viajero a un casco histórico pintoresco y muy cuidado. Pasear por sus calles fue simplemente una delicia… Al doblar la primera esquina nos encontramos con un puesto de frutos secos, dulces y especias que regentaba un hombre que al oírnos hablar me preguntó en un parco pero suficiente inglés: “Eres española?”… “Sí – respondí – de Barcelona”. Entonces sonrió y dijo… “Oh! Yo sé Barcelona! Catalana! Yo del Kurdistán!” Charlamos un buen rato, nos recomendó los mejores sitios para descubrir su tierra y recorrer su historia y nos contó cómo era la vida de un kurdo en Turquía.

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Proseguimos nuestro camino saboreando sus casas antiguas, construidas en madera y piedra, con coloridos acabados muchas de ellas, que dibujan un entramado caótico, empinado muchas veces, pero refrescante para quien pasea por sus calles, donde se amontonan de forma graciosa bares, restaurantes, hostales y todo tipo de tiendas de souvenirs y ropa… y es que no sería una zona turística si no tuviera decenas de comercios por doquier. Pero esta vez si cuidaban su imagen… eran atractivos a la vista, temáticos y diferentes a lo que habíamos visto hasta el momento en Turquía.

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En el camino, nos encontramos con lo que ellos llaman “el minaret roto” o “Kesik Minaret”.

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Llegamos primero al mirador. A su lado, un gran mausoleo se apodera de las vistas de la costa. Si bajáis las escaleras, veréis un espectáculo precioso: la agreste costa de Antalya y la entrada a su bahía… No tengáis miedo  y seguid bajando… hasta donde se acaban las escaleras y parece que queda solo roca. Entonces bajad un poco más y disfrutad de la vista.

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Fuimos serpenteando hasta llegar a la bahía, la cual nos recordó a una fortaleza pirata. Ahora entendemos porqué todos los pueblos que la conquistaron la querían por su puerto… un gran puerto que llegó a albergar más de 200 barcos. Hoy en día está plagada de barcos turísticos que deleitan a los visitantes con un paseo por sus costas… ni preguntamos el precio, la verdad. El camino tiene pendientes acuciadas, pero vale la pena hacerlo para que al llegar, la vista os sorprenda. Se puede llegar también por las calles comerciales, pero creemos que no es tan impactante la imagen que se descubre.

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Como de costumbre nos paramos a tomar un çay y jugar un backgammon… esta vez lo hicimos en un centro social gestionado por jóvenes muy involucrados en la lucha política, social y económica de Turquía… y es que Antalya también es combativa.

De vuelta al centro histórico, nos encontramos con la torre del Reloj. Si algo hemos aprendido es que hay pocas ciudades marítimas que no tengan una. De esta llamó nuestra atención sus formas toscas y su estructura en dos fases: base octogonal y torre cuadrada sin muchos adornos que se hayan conservado hasta nuestros días. La torre se alza en una colorida plaza que conecta el casco antiguo con la zona comercial más moderna.

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En la misma plaza encontramos la mezquita… como de costumbre, no nos la quisimos perder. Las paredes estaban decoradas con azulejos de diferentes colores azules y tenían espejos en el centro, dibujando una colmena que le daba un aspecto muy ochentero. La luz entraba a raudales, lo que la hacía parecer algo más bonita de lo que es en realidad. Una mezquita nueva, de 1992 ubicada en un enclave espectacular: con vistas al mar pasando por la puerta de Adriano.

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Y por si el mar, las murallas, las ruinas y el casco antiguo, la torre del reloj y el arte callejero nos habían parecido poco, resulta que Antalya tiene río… y una cascada lo hace desembocar! Hasta ella se llega por un paseo muy bonito dentro de un parque que vale la pena recorrer.

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Cuando vayáis caminando por Antalya debéis mirar a todos lados, porque siempre hay algo que os va a sorprender. Encontramos una calle completamente decorada con paraguas de colores… sencillamente genial!

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Y es que Antalya tiene vida, tiene gente, juventud y música… tiene arte y se mueve! Tiene todo lo que un lugar debe tener y mucho más!

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