Çay

Querido Çay,

Hoy hace 5 meses que nos conocemos y cuánto hemos cambiado… Ya no vienes sólo y los terrones de azúcar ya no te acompañan… o sí, pero son tan tímidos que pasan desapercibidos. No es que tu sabor sea menos amargo, simplemente es que ahora te prefieren más dulce, más goloso y mejor acompañado. Ahora te bebo en plato, porque el calor hace que el vaso no se enfríe nunca… o en un cuenquito, según te traigan. Y siempre, siempre, rodeado de infinidad de dulces, caramelos y galletas… el proceso no es fácil: debes abrir un caramelo, metértelo en la boca y después darle un trago al çay… sus sabores se mezclan en la boca y no hay dos tragos iguales. A veces son dulces, a veces frutas confitadas, a veces simplemente chucherías… las mesas son interminables y los vivos colores hacen que tomarte sea un espectáculo para los sentidos.

Ahora te bebo comiendo, cenando, en el desayuno, verde o negro, solo o con leche, estás presente a todas horas y siempre rodeado de tu banda azucarada, cargada de glucosa hasta las entrañas… quien rechaza beberte en un cuenco con una cereza confitada en la boca? Quien puede evitar echar mano de un toffee teniendo todo un plato delante? Y si lo que tienes enfrente es un platanito de chuche? Os podríais resistir? Yo no…

Querido çay, eres un gran compañero de viaje… con cada país nos sorprendes, nos obligas a redescubrirte y nos enseñas que hay mil formas de tomarte y a cual más deliciosa… cuánto te echamos de menos en aquellos países cristianos que renegaron de ti… No sé hasta cuándo estaremos juntos, pero te prometo que pienso llevarme en la mochila todas las formas de tomarte, desde el vasito sexy que me conquistó en Turquía hasta las enormes mesas de dulces uzbekas que me tienen enamorada, pasando por las cerezas confitadas azaríes y las chuches kazajas… En mi mesa, en mi casa, dónde quiera que esté y cuando quiera que sea, siempre habrá un çay listo para mis invitados rodeado de toda la banda… Porque eso es lo que te hace sentir como en casa.