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Kutaisi… lugar de maravillas!

Dejamos Mestia muy apesadumbrados porque es un lugar que, si no fuera por el presupuesto, nos hubiera encantado poder estar más días… Un trayecto infernal y 4h más tarde estábamos en Kutaisi; una ciudad que a simple vista parecía que tenía poco que ofrecer, pero que nos sorprendió muy gratamente y  que, además, es el epicentro de cosas maravillosas que no debería perderse nadie. Se convirtió, sin lugar a dudas, en una de nuestras ciudades favoritas de Georgia.

Como dato curioso contaros que la ciudad está actualizando ahora mismo su red de agua potable, ya que muchas, muchísimas zonas aún carecen de ella y que ha sido una empresa valenciana la encargada de hacerlo… así que no pasaron ni dos días que nos encontramos con todo un grupo de ingenieros españoles tomando cerveza en un bar… Exiliados durante 4 años en esa ciudad que poco de europea tiene, a finales de este año se moverán a Tbilisi, la capital, a trabajar en la red del metro de la ciudad. Un gusto cruzarnos con ellos!

Paseando por Kutaisi

Pronto encontramos sus plazas, fuentes y parques y pronto nos quedamos sorprendidos por el nivel de detalle con el que estaban cuidados. En la plaza central, un punto de información turística muy eficiente, con gran nivel de inglés y mucha información útil de esa que tanto nos gusta a los mochileros: lejos del “taxi” o el “tour” hizo que nuestra estancia en Kutaisi fuera justo lo que queríamos.

Todo es nuevo, todo está decorado y los acabados dejan un poco que desear… es mucho el empeño y esfuerzo que ponen en este país en crear un escenario idílico para el turista, a veces un poco sobrecargado en formas y colores. Sobretodo cuando el dorado sale a escena… hay que reconocer que no es uno de nuestros colores favoritos y abunda en todo lo nuevo que construyen.

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Paseamos por sus calles, nos encaramos al río, cruzamos uno de sus varios puentes y nos dirigimos a una catedral, que si bien ha sido reconstruida hace poco, consiguió enamorar al objetivo de mi cámara. Sería por verla tan aislada en la cima de la colina o por el turquesa de su tejado, pero no pude dejar de hacerle fotos durante un buen rato.

Mucho más bonita por fuera que por dentro, las vistas de la ciudad que brinda desde sus jardines son simplemente deliciosas. Nada más entrar, un panel informativo que muestra al visitante cómo estaba la catedral, casi en ruinas y cómo fue el proceso de restauración. Con sus tejados metálicos en color turquesa y su piedra blanca, hacen que te parezca entrañable… una catedral “vintage” en esos tonos y formas que ahora están tan de moda… es dulce, es amable y es agradable a la vista. La ausencia de edificios a su alrededor completan las sensaciones que te provoca. Aunque como podéis imaginar, en su interior, es tan lúgubre y tosca como las demás. Aunque en este caso, debido a que es nueva o quizás a que poco tienen en la ciudad para rellenarla, se ve demasiado grande y vacía.

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Tuvimos suerte… se celebraba un bautizo, así que pudimos presenciar el ritual y ser parte de la comunidad por unas horas. Es tan diferente a los rituales católicos que no sabría por dónde empezar a explicarlo. Pero sorprende mucho ver como se sostiene al niño frente a un montón de huesos y cráneos de hombres santos, cómo los invitados dan 3 vueltas rezando alrededor de los huesos, cómo los rezos suceden en el centro de la iglesia, mientras que en un lateral el coro canta a su ritmo y otro sacerdote reza en voz alta a otros cuadros… como la gente se mueve encendiendo velas, santiguándose 3 veces y besando los cuadros… Tan barroco y tan caótico que es muy difícil prestar atención a un solo acontecimiento… todo sucede de forma simultánea y conforma un escenario que te deja sin palabras.

Catedral

Vista de Kutaisi desde la explanada de la Catedral

Nos dirigimos a la iglesia antigua que habíamos visto de camino… Sobresalía entre los árboles sobre el río… de aspecto ajado y muy deteriorado, su cúpula redonda llamó mucho mi atención. Era distinta… no era octogonal ni su tejado era metálico… quizás por eso no la arreglaban, porque si en algo ha invertido Georgia es en arreglar sus iglesias. Pero su interior está tan machacado, hay tanta energía dentro, que es imposible que deje a nadie indiferente. Ahí estaban todos los cuadros antiguos y el arte sacro que le falta a la catedral. Ahí estaban las velas, la fe y el misticismo del que carece la iglesia nueva… pero le faltaba lo más importante: los feligreses… Supongo que no está de moda ir a la iglesia vieja teniendo semejante bellezón en la colina mostrando su mejor fachada. Si tuviera que elegir una, por auténtica, me quedo con la desahuciada…

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Acabamos el recorrido con una sinagoga… nueva y flamante nos dejó bastante indiferentes. Eso sí, los frescos de los techos y las decoraciones de las paredes eran mucho más alegres de lo que llevábamos visto durante el día.

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Un kachapuri (para variar) y refresco de pera (obvio!) cerraron el día de visitas… día pasado por agua, en el que el sol brilló apenas 10 minutos… suficiente para poder fotografiar mi adorada catedral a la luz del atardecer.

Cuevas de Prometheus

Descubiertas en 1984, las cuevas son una maravilla natural que nos quitó el aliento en más de una ocasión con sus estalactitas, estalagmitas, cascadas, ríos y lagos… La ruta de cerca un kilómetro y medio y que incluye unos 800 escalones (no todos en subida, no os asustéis) nos fascinó desde el principio hasta la última escena.

Al poco de entrar unas pinturas llamaron nuestra atención… al preguntar por ellas, la guía sonrió y nos dijo “en cien años serán antiguas…” Una de esas frases que te hacen comprender cómo funcionan las cosas por aquí. Las cuevas son espectaculares de por sí, no requieren de adornos ni pinturas ni de leyendas inventadas. En varias salas, intentó explicarnos historias que justificaban el nombre de las mismas y que sonaban tan poco convincentes que desmerecían la sala en sí. “Sala del amor, sala de la vida…” La ruta en sí es fantásticca, está acondicionada lo justo para poder recorrerla pero sin que se vea muy artificial. Unas luces tenues de led remarcan los rincones más bonitos y una música clásica te acompaña durante todo el recorrido… no necesitas mucho más para disfrutar y saborear una visita que además, está al alcance de cualquier bolsillo…

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Bus 30. Cada 30min. 1GEL.

Bus a la cueva. 7AM, 11AM, 14PM. 1,5GEL

Entrada Cueva 7GEL. Incluye guía gratis en inglés!

El bus 30 se puede coger en la estación de minibuses que hay cruzando el puente rojo. Tarda unos 20min en llegar. El segundo bus son unos 5minutos (8km) de distancia.

Es increíble pensar que esa maravilla de la naturaleza estuvo ahí escondida a los ojos de todos durante miles de años…

Monasterios de Gelati y Motsameta

Desde el centro de la ciudad y por 1GEL, sale un minibús que te lleva al monasterio de Gelati en menos de 25 minutos. Llovía a cántaros, pero en una tregua conseguimos llegar hasta el monasterio. Estaba en obras, los andamios nos bloqueaban la vista y aunque es uno de los monasterios más grandes y dicen más bonitos, no pudimos saborearlo… al menos no en su fachada.

Pero al entrar dentro, la cosa cambió. Ya habíamos visto esa decoración por frescos en el Monasterio de Sumela, en Trabzón y nos fascinó… a pesar del tiempo, de las inclemencias y del abandono durante casi un siglo, los frescos siguen teniendo un color y un vigor que hacen del interior un lugar muy especial. Evocan recuerdos en los que se la belleza de su iglesia debía ser legendaria. No queda un rincón sin pintar aunque muy pocos frescos están enteros… la imaginación rellena los huecos.

Frescos

Salimos de Gelati y nos dirigimos hacia el monasterio de Motsameta , situado a 4km de distancia y para el que no hay transporte. Aun quedaban 3 horas para que el bus que nos había traido hasta gelati regresara de vuelta, así que decimos ir… la lluvia arreciaba y por el camino, un buen samaritano nos recogió y nos acercó. Hay que decir que, a pesar de ser más pequeño y mucho menos popular, nos gustó mucho más. El enclave es más espectacular, situado en un balcón con vistas a un cañón imposible por el que serpentea un río tímido y poco caudaloso. La lluvía no daba tregua y dibujaba un panorama más barroco y desafiante.

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Monasterio

Un camino de adoquines nos llevó de nuevo hacia la carretera dónde pudimos coger el minibús que nos llevó de vuelta a Kutaisi sanos, salvos y muy mojados. Una pena que la lluvia no nos de tregua a veces ni para sacar una instantánea… Al menos se ve algo, no como en nuestra visita al monasterio de Sumela que tenemos pendiente subiros…

Kutaisi llegaba a su fin… una ciudad que nos encantó y que no podemos dejar de recomendar a todo aquél con el que nos cruzamos, sobretodo por la variedad de cosas que vimos: bosques, monasterios, cuevas, la ciudad… la segunda ciudad más grande de Georgia tiene mucho que contar.